sábado

Libertad, más que un juego de azar




Amar y luchar por alcanzar la libertad es caminar en el límite de lo utópico y lo real, es conseguir con esfuerzo los objetivos planteados y cargar con orgullo el peso de los errores cometidos.

Mientras la gente esperaba el inicio de la obra de teatro "La quiero a morir", sentados, silenciosos y atentos a lo que en el escenario ocurriría, unos gemidos de dolor empezaron a sonar en la parte posterior, justo detrás del público, una luz roja alumbraba a ocho almas vestidas de negro y antifaz que caminaban en dirección de la tarima emanando sonidos que reflejaban pena e impotencia. Las palabras fuego y libertad se hacían más fuertes y se distinguían voces agudas de mujer y graves de hombre, luego se dirigieron al lado izquierdo del escenario donde se ubicaría el coro elemento importante en esta obra.

Cuando por fin el escenario se iluminó, se pudo apreciar al fin a la actriz y al actor principales que iniciaron su presentación simulando una batalla de espadachines. Lo curioso fue que había un telón semi-translúcido que no permitía un contacto directo entre los actores y el público, mas bien le dio un toque de misterio a la obra.

En un principio la obra parecía extraña y muy lejana a lo cotidiano, podía ser un monólogo de un guerrero con su conciencia, o una heroína conversando con el alma de sus ser amado muerto en algún campo de batalla, podía ser la utopía disfrazada de mujer dialogando con el maltrecho pragmatismo, en fin, no se tuvo bien claro de qué se trataba hasta que más adelante se pudo descifrar el mensaje, no así a los personajes, como diría Marta Ormaza, protagonista, escritora, y directora del proyecto,-los actores representan lo que el público dentro de su imaginación interpreta o quieren que sea-. La obra es abierta a la sensibilidad de los que la aprecian, ese es el valor de la obra.

Hubo muchos elementos que hicieron de este trabajo algo novedoso. Así como en las óperas se fusionan varias artes, aquí también se vio el magnífico trabajo que realizaó la dirección al integrar un coro, músicos, juego de luces que coordinadamente dieron realce a la presentación. Los movimientos escénicos, estructura de los diálogos,  y contrastes de tiempos dibujaron un panorama que jugaba con la inventiva y capacidad del público de adaptarse intrépidamente a las acciones de los actores y establecer una conexión, cosa que lo lograron pues en el público no había nada que los desconcentrara.

Amar a la libertad más que a nada ni nadie, entregar hasta el último aliento por lo que creemos, y jugarnos hasta la vida por nuestras convicciones, es trascendental. ¿Ustedes se han jugado el todo por el todo en algún aspecto de sus vidas? preguntó Juan José Gatto (actor principal) a las personas que le entrevistaron, a lo que nadie le respondió, -eso es lo que pasa-, muchas veces podemos repetir frases con un aparente sentido, pero cuando se trata de sacrificarnos por ese motivo dudamos y nos quedamos ahí, atrapados por nuestros medios. hay que jugársela dijo sea cual fuere el objetivo.

Para Marta Ormaza esta obra, fue el resultado de una arduo trabajo, y aunque escribir el guión le tomó tan solo tres noches fueron dos meses de continuos ensayos y una oportunidad para concocer gente muy profesional y amalgamar este proyecto que hasta esta función le trajo elogios, felicitaciones y la aceptación del público.

Los asistentes disfrutaron de la obra que tuvo una duración de alrededor de 40 a 45 minutos.







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