Me sentía como cuando iba a matricularme por primera vez al colegio, desorientada y confundida veía pasar bastantes personas frente a mis ojos, unos salían contentos de las juntas receptoras del voto, otros igual que yo, no hallaban la manera de sufragar, pues había bastante desorganización y resultaba casi imposible ubicar la junta 155 donde debía cumplir con mi derecho cívico.
Paola Gonzáles, estudiante del sexto curso contabilidad del colegio María Eufrasia y con 17 años a su haber, el pasado domingo tuvo la gran oportunidad de cumplir con su deber como ciudadana responsable y preocupada por el bienestar de todos, experimentó por primera vez el sufragio y según su testimonio fue una experiencia muy agradable.
En la mañana del pasado domingo y una vez atendidas las recomendaciones que le hizo su mamá, salió bien temprano de su casa no sin antes pasar por don de su mejor amiga con quien iba a compartir esta experiencia. Ambas debieron sufragar en el Colegio 24 de Mayo, en las juntas 155 y 178 respectivamente.
Cuando llegaron al recinto electoral alrededor de las once de la mañana, el inclemente sol hacía de las suyas y solo en el transcurso desde la avenida Shyris hasta el lugar de sufragio, debieron haber perdido al menos un kilo, cuenta Paola entre risas. Mientras caminaban, iban revisando una polla que contenía los nombres de algunos de los candidatos a las distintas dignidades, que anteriormente fue elaborada con su amiga y que aseguran fue producto de un arduo esfuerzo de análisis de los candidatos que consideraban debían ocupar dichos puestos.
Una vez dentro del recinto electoral, empezó su pesadilla, pues debían encontrar rápido la junta señalada por el Consejo Nacional Electoral, y proceder al sufragio, pero la desorganización, la falta de señalética, y el desconocimiento de la ubicación de las juntas por parte de los miembros de las fuerzas armadas, impidieron que Paola y su amiga voten de manera tranquila.
Tienen que subir al último piso, les decían unos, mientras otros les recomendaban seguir la numeración de las juntas, tarea que no fue para nada fácil, porque cuando terminaba una junta, la que seguía en el mismo orden, no se encontraba en el mismo piso, sino todo lo contario, las ubicaban no solo en el piso inferior sino que hasta en otro edificio, cosa que hacía que las personas se estrecen un poco al no encontrar con rapidez su lugar de sufragio.
Después de buscar y buscar por un lapso no menor de 45 minutos, dieron al fin con las juntas, fue entonces cuando la emoción les invadió el cuerpo y según cuentan, sentían el mismo vacío en el estómago como cuando les toca hablar en público, nerviosismo que iba desapareciendo en la medida que se acortaba la fila y les llegaba la hora de decidir por sus candidatos favoritos.
Y el momento crucial llegó, una vez sentada en el pupitre destinado para el voto secreto, Paola empezó su elección y uno por uno los candidatos de su simpatía eran escogidos. La votación duró de 5 a 10 minutos, debido a la cantidad de papeletas de las diferentes dignidades.
Primero fue Paola quien sufragó, luego fue la oportunidad para que su amiga también lo haga. Al final sus rostros reflejaban la satisfacción que brinda el deber cumplido y antes de retirarse a la casa dijo que esta oportunidad que tienen los jóvenes, militares, policías, presos sin sentencia, es un aporte a la democracia que debe existir en el país.
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